La impactante manera en la que Raquel Arias tiene que vivir en ‘Supervivientes’ como concursante secreto

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    Para sorpresa de todos, la aventura de Raquel Arias no ha llegado a su final tras haber sido expulsada por la audiencia. A pesar de las acusaciones de tongo, la organización del programa ha decidido hacer cambios en la dinámica del concurso y que la unificación no sea la última sorpresa de esta edición, por lo que Raquel se ha convertido en la primera concursante secreto de la historia del reality. A muchos no les ha parecido nada bien y otros aplauden que el formato se renueve de vez en cuando, pero ahora quedaba saber en qué consistía este nuevo papel… y lo cierto es que la modelo lo va a tener complicado.

    Ser concursante secreto conlleva vivir en Playa Coco apartada de sus compañeros, con la condición de que, aunque puede moverse libremente, tendrá que vivir ocultándose de ellos para no ser descubierta: podrá recoger bayas y cocos, pescar (si puede) y hacer todo lo que necesite, pero sin ser vista. Sólo así tendrá la oportunidad de regresar al concurso. En el momento en el que la pillen, tendrá que volver definitivamente a España… pero lo cierto es que más que ‘sobrevivir’ tendrá que ‘malvivir’ a juzgar por lo que ya hemos visto.

    El programa, que recientemente le llevaba la visita de su madre, le ha dado a Raquel un traje de camuflaje que simula un matojo de malas hierbas, con el que podrá moverse por la maleza, esconderse detrás de los árboles y arbustos o tirarse al suelo si hiciera falta… y, por supuesto, rezar para no ser descubierta. Además, también dispondrá de un kit en el que hay varias latas, mangos y una navaja multiusos, pues tampoco tendrá fuego para cocinar. Tan sólo podrá usar el de los concursantes en caso de que se vayan y lo dejen desprotegido.


    Además, le han incluido un machete para abrir cocos y una esterilla para que pueda tumbarse y dormir. Sin embargo, el suelo es tan duro e irregular que será complicado. Sin duda, a Raquel le queda una verdadera aventura por delante. Más dura, si cabe, que el propio concurso, porque a la imposibilidad de ser vista y de no tener fuego para cocinar o calentarse, hay que sumarle la soledad.

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