Jaque a Alicia Koplowitz: hablamos con la cubana que le disputa un marquesado

Alicia Koplowitz Romero de Juseu (Madrid, 1954) está acostumbrada a triunfar. Lo hizo cuando, a principios de los setenta, con solo 17 años, ganó su primera puja: una porcelana de Sèvres que se convertiría en la pieza inaugural de la que hoy es una de las mejores colecciones de arte de Europa. O cuando, en 1984, con solo 30 años, ya ostentaba un título nobiliario. O cuando, en 1990, se divorció de su esposo, el empresario Alberto Cortina, quien, tras el escarnio público provocado por su deslealtad con Marta Chávarri, fue apartado de la gestión de Fomento de Construcciones y Contratas (FCC) y perdió la custodia de sus tres hijos. O cuando, en 1998, vendió las acciones del imperio familiar a su hermana, Esther, por 871 millones de euros y tras invertir ese dinero consiguió casi triplicarlo seis años después. Pero el 7 de marzo de 2017, a la financiera más famosa y bella del país le tocó perder. Ese día, el juzgado de Primera Instancia número uno de Alcobendas (Madrid) emitió una sentencia en la que reconocía que el marquesado de Bellavista que su tío materno, el aristócrata Enrique Romero de Juseu, le había cedido tres décadas atrás tenía una heredera de “mejor y preferente derecho”.

Un año y medio más tarde, el 20 de septiembre de 2018, la Audiencia Provincial de Madrid confirmó el fallo. Ahora, el Tribunal Supremo estudia el recurso interpuesto por la empresaria a través de su abogado, Ramón López-Vilas, exmagistrado de este órgano judicial y letrado curtido en batallas nobiliarias —defendió a la infanta Margarita cuando el marqués de Atarfe, Javier Méndez de Vigo, quiso hacerse con el ducado de Hernani—. “Alicia no pierde la esperanza de ganar. Está tranquila, centrada en su fundación, en su fabulosa pinacoteca y volcada en su faceta financiera. ¿Muy afectada porque podría quedarse sin el título? Para nada. ¡Esas son cosas de la prensa!”, me responde el letrado cuando le pregunto si la coleccionista está preocupada por esta posible pérdida. “No necesita ningún marquesado para moverse en sociedad. Es Alicia Koplowitz”, se revuelve López-Vilas.

Si la resolución definitiva no fuese favorable, la todavía aristócrata dejaría de pertenecer a la nobleza, ya que la otra dignidad que llevó en el pasado, el marquesado del Real Socorro, se la cedió a su hijo Alberto en el año 2000, cuando se casó con Inés Balmaseda, hija del conde de Cumbres Altas. “La gente que puede perder un título se disgusta generalmente porque es para toda la vida y está al margen del comercio de los hombres. En una sociedad tan igualitarista, un marquesado da distinción”, reflexiona Carlos Teixidor, otro de los grandes expertos en Derecho Nobiliario del país.

La incertidumbre de Alicia contrasta con la alegría de María Elena de Cárdenas González (La Habana, 1919), la cubana que le disputa este marquesado y que podría hacerse con él en los próximos meses tras más de dos años de litigios en los tribunales españoles. Manana, como le gusta que se refieran a ella, cumplió 100 años el pasado 5 de julio y reside en Miami. Hasta allí hemos viajado para entrevistarla. Esta dama, de pelo cano y tez fruncida, se instaló en Florida junto a su familia en 1961, escapando de la revolución de Fidel Castro. Luce una toquilla que le otorga un aire español y lleva anudada al cuello una gargantilla de perlas de la que pende “un ejemplar de 1916 de la única tirada de monedas en oro que se acuñaron en Cuba”.

Su avanzada edad la mantiene en un segundo plano y solo participa en contadas ocasiones en nuestra conversación. Quien sí habla alto y claro es su hijo, Luis de la Vega, de 72 años, fruto de su matrimonio con el exbanquero y promotor inmobiliario, ya fallecido, Vicente de la Vega Elozúa. A pesar de su aparente ausencia, su hijo define a su madre como “una mujer jovial, sencilla y llena de alegría”. Mientras, Manana se deja maquillar y fotografiar en las diferentes estancias de la casa de Coral Gables, una lujosa zona residencial aledaña a la metrópoli, en la que ambos viven desde hace un año.

El dintel de la puerta de acceso a la mansión alberga un escudo de armas que evidencia la condición aristocrática de sus habitantes. Los Cárdenas son una de las sagas más vastas e importantes de Cuba que, originalmente, descienden de españoles. El primer Cárdenas en llegar a La Habana fue Bartolomé de Cárdenas Vélez de Guevara, natural de Baeza (Jaén), quien viajó hasta el Caribe como “auditor de galeras” y se casó con una bisnieta del cacereño Vasco Porcallo de Figueroa, uno de los conquistadores de la isla más temidos.

Años más tarde, algunos de los miembros de esta estirpe se convirtieron en nobles gracias a sus servicios a la Corona durante los 406 años que duró el dominio de España en Cuba.En las paredes de la residencia, repartida en dos plantas y con una refrescante piscina en el jardín, cuelgan, entre fantásticas obras de artistas cubanos como Amelia Peláez o Wifredo Lam, los antepasados más relevantes del linaje: los marqueses de Prado Ameno, los de Almendares, los de Cárdenas de Montehermoso… El primero se distinguió por su contribución a expulsar a los ingleses tras una breve intervención británica en 1762; el segundo, por llevar el ferrocarril a la isla 10 años antes que a la península ibérica; el tercero, simplemente por su fidelidad a la monarquía. María Elena desciende de todos ellos.

Es la hija de Luis de Cárdenas y de Cárdenas, bisnieto del II marqués de Almendares, y de Águeda González, una sevillana del barrio de Santa Cruz que a principios de siglo XX cruzó el charco junto a su primer marido y que, tras enviudar inesperadamente, contrajo matrimonio de nuevo. “Nunca perdió el acento. Tocaba muy bien la seguiriya (un palo del flamenco) en el piano. ¡Y las castañuelas!”, dice Manana. Ella también toca el piano y, al igual que su madre, ha conocido el exilio y una vida longeva. Águeda, que falleció a los 99 años, era prima del torero Enrique Vargas González —conocido popularmente como Minuto, por su corta estatura—, una auténtica celebridad en la sociedad hispalense de entonces, que alternaba con leyendas como Juan Belmonte y fue padrino en la boda de El Gallo y Pastora Imperio.

“Mi abuela siempre nos contó que Jacinto Benavente coincidió con ella y le escribió un poema: ‘Eres pequeña y morena y llevas en tus ojos algo de la Virgen pura de la Macarena”, recita con aire magnánimo De La Vega. Este hombre, de aspecto impoluto y extremadamente educado, habla nueve idiomas y es el chairman de Protranslating, una de las empresas de traducción más relevantes de Estados Unidos. Como experto en lenguaje, está preocupado por la terminología de la entrevista.

Al poco de vernos, aprovecha para, educado pero firme, dejarme claro que no han “arrebatado” el título a nadie y que, por supuesto, estas reclamaciones ante la justicia española son legítimas y no un ataque a la familia Koplowitz. “No tenemos nada en contra de ellas, pero mi madre tiene derecho a solicitar el título y acreditar que tiene preeminencia en llevarlo sobre Alicia. Sé que a ella y a su hermana les gusta la privacidad, y hay que respetar eso”, reflexiona mientras sorbe una refrescante mimosa, una bebida a base de champán y zumo de naranja que en Estados Unidos se toma en el brunch y que el servicio nos ha preparado con esmero.

Cuando Manana fallezca, Luis de la Vega será el heredero de las distinciones nobiliarias de su madre: la cubana las ha reclamado siempre guiada por su hijo y por su equipo de abogados, el bufete López Becerra de Solé, conocidos en la profesión por su exhaustividad en la genealogía aristocrática. A la vez que ha solicitado el marquesado de Bellavista, María Elena también ha pleiteado por el marquesado de Campo Florido, que hasta 2003 perteneció a Esther Koplowitz, hermana de Alicia, y hoy lo ostenta su hija, Alicia Alcocer Koplowitz. Ella, al igual que su tía, podría quedarse sin el título. En primer lugar, el Tribunal Supremo dirimirá sobre la titularidad de esta dignidad nobiliaria y, más tarde, sobre el de Bellavista. “Mi madre está animada y espera que el asunto quede resuelto definitivamente lo antes posible. Me ha dicho: ‘Mientras Dios me dé fuerzas, pienso seguir luchando como lo he hecho hasta ahora. Tengo gran confianza en la justicia española”, me asegura De la Vega.

“No tenemos trato con Alicia ni con Esther. Sabemos quiénes son por los periódicos. Desconocemos cómo se tomaron nuestra reclamación”, prosigue De la Vega cuando me intereso por los detalles del procedimiento. A pesar de que han vivido ignorando sus respectivas existencias, María Elena de Cárdenas y las Koplowitz son familia. “Así es. Tenemos un antepasado común: Agustín de Cárdenas y Castellón, el I marqués de Cárdenas de Montehermoso. No sabíamos que éramos familiares cuando empezamos a elaborar el árbol genealógico”.

Las hermanas Koplowitz son españolas, pero encuentran parte de sus raíces en la aristocracia cubana. Su madre, Esther Romero de Juseu y Armenteros, nació en La Habana en el seno de una familia nobiliaria de alto nivel económico que poseía plantaciones y fincas. Su abuela, María Josefa de Armenteros y Peñalver, también nació en La Habana y fue marquesa de Casa Peñalver y de Cárdenas de Montehermoso. En cambio, su abuelo materno, José Romero de Juseu y Lerroux, nació en Cabra (Córdoba), en el seno de una familia de registradores de la propiedad.

Desde el 1 de agosto de 2018, María Elena de Cárdenas es marquesa de Almendares, el tercero de los títulos que ha reclamado en los tribunales españoles y que anteriormente poseía Miguel Mariano Freyre Gómez, nieto de un expresidente de Cuba. “El día que nos lo comunicaron fue de una gran alegría. Todavía no hemos podido ir a Madrid a recoger la Real Carta expedida por el rey. Ahora mismo está en una caja fuerte de un banco”, asegura De la Vega. Además de su interés por los títulos nobiliarios, es un gran monárquico. “Creo que los reyes, don Felipe y doña Letizia, están haciendo un gran trabajo y no se les ha subido la monarquía a la cabeza. No tengo el placer de conocerlos todavía, pero tengo ganas”.

Desde 2018, Manana también es española, ya que solicitó la nacionalidad por tener una madre sevillana. “Hace unos años, en Sevilla, fuimos a una peña donde nos habían dicho que se reunían los toreros. Allí preguntamos por Minuto, el primo de mi abuela. Y de repente un señor nos dijo: ‘¡Yo soy su nieto!’. Nos llevó a su casa y nos regaló un pasquín que guardamos con cariño”.

Pero ¿por qué María Elena ha esperado al ocaso de su vida para reclamar los títulos que pertenecieron alguna vez a su familia? La historia comenzó hace cinco años, según cuenta su hijo. “Un día, me sentó y me dijo: ‘Yo tengo una deuda con tu abuelo. Él me pidió que luchara para traer de vuelta esos marquesados a la familia. No me quiero morir sin cumplirla”. Así fue como De la Vega viajó a Cuba buscando en archivos y parroquias la documentación necesaria. “Los papeles estaban depauperados. Estuve al menos cuatro veces hasta que encontré un testamento de principios del siglo XIX que me dio una gran pista que seguir. Y así, poco a poco, conseguimos acreditar nuestro mejor derecho”, me dice antes de tocar al piano una contradanza que su madre había aprendido desde pequeña y cuya partitura encontró en esta búsqueda.

Luis de la Vega ha logrado reconstruir la historia de su familia y ha hecho realidad la gran ilusión de su progenitora. “Era increíble la sensación de ver sobre papel la historia de nuestros antepasados”. Se hace tarde. Anochece. En España es de madrugada y pienso en Alicia Koplowitz. ¿Le dolerá perder este juicio? Entonces recuerdo las palabras de su abogado y buen amigo, Ramón López-Vilas: “No necesita ningún título para moverse en sociedad. Es Alicia Koplowitz".

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