Donald Trump acaba de anunciar que ha cambiado su residencia de forma oficial a Mar-a-Lago, su mansión en Florida. Es una decisión sorprendente. El presidente estadounidense es originario de Nueva York y su lujoso apartamento en Manhattan, que ocupa los tres últimos pisos de la Trump Tower –y con unas privilegiadas vistas a Central Park–, es casi patrimonio turístico de la ciudad.
Parece algo imposible, pero el cambio sí que podría ser a mejor, al menos para ellos. La mansión de Mar-a-Lago, ubicada en el club de golf homónimo y bautizada como ‘la Casa Blanca de invierno’, es incluso más extravagante que su magníficopent-house neoyorquino. Para Melania Trump, además, se ha convertido en un retiro espiritual en el que alcanza la mayor privacidad posible y la tranquilidad que necesita, a diferencia de Washington o Manhattan. A veces, en sus escapadas a Palm Beach, la acompañan sus padres,Viktor y Amalija, por lo que es un lugar más que familiar para la primera dama estadounidense.
Trump adquirió la propiedad de más de 118 habitaciones y biblioteca personal en el año 1985. Después la convirtió en un club superexclusivo al que solo pueden acceder determinadas personas de la esfera del presidente. A pesar de todas las facilidades y privacidad que tienen, la piscina o el spa no son privados, aunque solo lo tienen que compartir con otros miembros del selecto club de golf. A fecha de 2005, los socios del club pagaban 70.000 euros de cuota de inscripción y otros 4.000 anuales.
El palacio-club de Mar-a-Lago ha acompañado al último matrimonio de Trump desde sus inicios. Cuando empezaron a a salir, a menudo se retiraban hasta el lugar para disfrutar de un poco de privacidad y decidieron casarse allí mismo, al igual que lo harían los hijos del magnate inmobiliario.
El presidente parece encontrar la paz allí y ambos disfrutan de la compañía del otro, algo que sorprende dados los rumores de inestabilidad dentro del matrimonio. Según Laurence Leamer, autor de Mar-a-Lago: dentro de las puertas del poder del palacio presidencial de Donald Trump , Melania Trump y su marido suelen cenar junto a la piscina alargando la sobremesa. Siempre escogen una mesa pequeña, por lo que la gente que pasa a saludarlos no puede unirse a ellos y así no se ven obligados a invitar a nadie a sentarse.
Según la BBC, el presidente Trump ha pasado 99 días en Mar-a-Lago desde enero de 2017, frente a los 20 que ha estado en la Trump Tower. Parece ser que la verdadera causa que ha llevado a Trump a tomar la decisión, sin embargo, no tiene que ver con la comodidad ni el rechazo a Manhattan, sino con sus propias finanzas. The New York Times ha hablado con una persona cercana al presidente que afirma que el cambio ha sido por razones fiscales. Florida, a diferencia de Nueva York, no tiene un impuesto estatal sobre la renta. El estado tampoco cobra impuestos sobre las herencias, lo que ahorraría bastante dinero a sus hijos en el futuro y evitaría que el 16% de su fortuna se lo llevaran las arcas públicas por superar los 10,1 millones de dólares. También podría ser una estrategia política, para asegurarse un ‘swing state’, pues en 2016, Trump ganó en Florida por un margen de apenas el 1%.
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