Una corona más ligera (¡de 1.333 diamantes!) para afrontar el Brexit: la tradición que ha roto la reina de Inglaterra en la apertura del Parlamento

La apertura del Parlamento se cuenta entre los actos oficiales más importantes de la reina de Inglaterra. En su visita a la Cámara de los Lores se pone en marcha toda la maquinaria ceremonial inglesa: un mundo de pelucas empolvadas, gorras de armiño, tiaras con más de 1.000 diamantes, espadas de doble filo, coronas muy pesadas y capas de terciopelo de casi seis metros, todo lleno de aires de feria medieval cara. Una tradición más o menos inamovible en los últimos cuatro siglos -pequeñas excentricidades como un complot terrorista católico para dinamitar el Parlamento o la decapitación del rey Carlos I a cargo de los parlamentaristas añadieron elementos al ritual- en la que hoy la reina ha protagonizado una enjoyada sorpresa: ha aparecido con la diadema de diamantes de Jorge IV- Empleada por reinas y consortes en los últimos dos siglos, pero que hasta ahora no había hecho su debut parlamentario: siempre se quedaba -literalmente- a las puertas de Westminster.

Porque normalmente la tradición de la apertura del Parlamento empujaba a desempolvar la principal de las joyas de la Corona: la corona imperial del Estado, un mamotreto de casi 1,3 kilogramos y que los beefeaters custodian con sus vidas y sus alabardas en la Torre de Londres. Mientras, el cuerpo hermano de los beefeater -los Yeomen of the Guard-, guardaespaldas de la reina, recorren el Parlamento con lamparitas en busca de explosivos (sí, es una ceremonia. No, no hay nada que la pompa inglesa no pueda convertir en algo ceremonial). Son unas tres horas de pompa y circunstancia en total. La reina ha tardado hoy unos 9:40 minutos en leer un discurso de 1.190 palabras. Se hacen una idea.

Pero hablábamos de la corona imperial del Estado, tan importante que forma parte de las coronaciones de los monarcas -la anterior corona, la de San Eduardo, se considera actualmente una reliquia sagrada, y reposa en la Abadía de Westminster, no en la Torre de Londres. Tan importante que la corona viaja en su propio carruaje -la carroza Alexandra- hasta el Parlamento, en compañía de un gorro de armiño y terciopelo -lacap of maintenance– y la espada del Estado, un arma letal de doble filo y más de un metro de hoja. Regalias que cada año lucen en presencia -o encima- de la reina en una ceremonia invariable.

Sin embargo, si en 2017la reina se apartó de la tradición llegando en coche de los modernos en vez de en coche de caballos, para esta solemne ocasión ha decidido que la corona imperial iba a quedarse cerca de ella en un cojín. Y que para la lectura del discurso la diadema de diamantes que encargó Jorge IV en 1820 ya era suficiente . Y eso que la corona imperial ha atravesado unas 10 modificaciones distintas para ser más ligera y manejable, pese a contar con más de 2.000 piedras preciosas en su composición. Pero la reina, que hoy tenía que leer en voz alta el programa electoral de Boris Johnson, ha optado por algo más ligero, abierto, y que permite que se airee el pelo: la diadema de diamantes. La diadema de los 1.337 diamantes (y 169 perlas).

La reina Isabel sencillamente ha llevado un paso más allá el uso de la diamantada. Siempre suele pasearla en la procesión de ida y vuelta desde Buckingham hasta el Parlamento -escoltada por la Caballería Real-, igual que la llevó en la procesión de su coronación, pero en esta ocasión ha decidido leer también el discurso con ella puesta, acompañada por Carlos de Inglaterra.

A lo que no ha renunciado es a la robe of Estate -una capa de terciopelo de casi seis metros y que pesa ocho kilos- y al collar de diamantes Coronación, compuesto para la reina Victoria por 26 diamantes como 26 puñitos de bebé, sobre todo el último: el Lahore. Así que la corona se ha convertido en diadema en esta ocasión, pero es la única concesión que ha hecho Isabel II al ritual.

En cuanto al discurso -en el que, como siempre, la reina ejerce de altavoz humano del texto preparado por el Gobierno británico, Boris Johnson le ha hecho empezar fuerte, con tintes de programa electoral más que de programa factible de curso parlamentario: "La prioridad de mi Gobierno ha sido siempre asegurar la salida del Reino Unido de la Unión Europea el 31 de octubre", empezaba. Un desafío directo a la voluntad del Parlamento, y un enroque de Johnson en el Brexit duro y sin acuerdo, que tendrá que dilucidarse esta semana. El líder de la oposición laborista, Jeremy Corbyn, ya ha tildado de "farsa" el discurso en el debate de esta tarde.

En esa lectura para abrir el Parlamento también se contenían las líneas maestras del resto del programa de Johnson, hasta ahora sepultadas por el peso del Brexit. Líneas que dependen en casi un tercio de las grandes leyes propuestas en un mundo post Brexit. Que auguran un futuro Gobierno -con elecciones de por medio- obsesionado con combatir el crimen -seis veces aparece la palabra en tan sólo un párrafo-; una política de tolerancia cero con la inmigración -aunque recogiendo el "derecho a permanecer" de los ciudadanos europeos "que hayan hecho su vida en nuestro país"-… Y un par de propuestas llamativas: descentralizar un tanto el poder de Londres facilitando la "toma de decisiones locales para asuntos locales" y convertir a Inglaterra en una potencia "líder en tecnología espacial" con una "ambiciosa estrategia espacial". Adiós, Europa. Hola, espacio exterior.

Fuente: Leer Artículo Completo