- Steisy ha hablado de sus problemas de salud mental, sus episodios de maltrato y ahora de su dura infancia
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La vida de Steisy tiene, desde luego, una serie de Netflix, y además para varias temporadas, como ha dicho ella misma en alguna ocasión. La influencer ha contado ya sus duros episodios de maltrato por parte de un ex novio, el problema de trastorno límite de la personalidad que le diagnosticaron hace unos meses, y ahora ha querido contar uno de los episodios más duros de su infancia: la pobreza extrema en la que vivía, y que explica muchas cosas que le han pasado años después.
Steisy ahora es una chica de éxito: vive de sus redes sociales, ha confesado ganar miles de euros cada mes… pero esa no era su realidad cuando era pequeña. La joven tuvo que vivir en un convento durante un par de años porque no tenían ni casa, y de los que guarda un bonito pero muy triste recuerdo: «Yo recuerdo estar agarrada de la mano de mi madre en la puerta del convento. Me decía que me portase bien. Tengo pequeños lapsus, porque tenía 6 años, pero sí recuerdo escuchar que no teníamos casa«, ha contado en su canal de mtmad. «Mi habitación era una caja de zapatos, con una cama en la que dormíamos mi madre y yo, la cuna de mi hermana al lado, y un baño con ducha, lavabo y váter. Eran como 20 metros cuadrados. Y ya era más de lo que podíamos tener, porque estábamos en la calle«.
En aquel convento, en su Granada natal, les ayudaban a salir adelante durante un tiempo, pero luego tenían que buscarse la vida, y aquello les sirvió para poder remontar un poco, aunque tiene muchas anécdotas allí: «Recuerdo que los domingos, que era cuando se podía salir del convento, las monjas nos daban una moneda. Mi hermana no pagaba autobús, pero yo con 6 años sí. A veces me hacían pasar por 4 años para no tener que pagar, hasta que nos pillaban. Entonces lo que hacía mi madre es que con ese dinero era que me compraba chuches, y me decía ‘a ver cómo eres de fuerte, que vamos a ir a ver a tu tía’. Mi tía vivía en el pueblo de al lado, e íbamos andando. Claro, yo me daba cuenta de que íbamos andando no por ver si era fuerte, sino porque no tenía dinero para pagar el autobús, pero claro, no se lo decía», ha recordado muy emocionada.
Ese tipo de cosas le ha hecho desarrollar una personalidad muy fuerte: «Los niños tenemos facilidad para superar los traumas y los problemas por la fantasía que tenemos en la cabeza. Yo me lo imaginaba todo como un cuento, y eso me hacía llevarlo de otra manera. Me creía que era una princesa en un sitio del que no podía salir. Era una manera de autoprotegerme», ha añadido.
Problemas de ansiedad infantil
Aún así, Steisy estaba siempre en estado de alerta por la inestabilidad de su vida, y con sólo 6 añitos ya mostraba problemas de ansiedad: «Me acuerdo de que mi madre estaba limpiando el convento y la monja venía a pasar el dedo… y mi madre se peleó con la monja. Y yo decía ‘por dios, como nos echen del convento no tenemos dónde ir’, y esa sensación la tenía cada vez que mi madre discutía con alguna monja. Yo no tenía esa seguridad que tiene que tener un niño de que no le falte de nada, de que no le van a echar de su casa… los niños no tienen que saber que mañana te pueden quitar tu casa. Entonces, cuando mi madre discutía con alguien, perdía esa seguridad y me ponía muy nerviosa. ¿Y cómo lo mostraba? Pues mordiéndome las uñas, arrancándome las pestañas, rascándome mucho, pegándome pellizcos, con pesadillas, con insomnio… pero no lo decía, porque era muy pequeña y no sabía ni cómo comunicarlo.
Un duro episodio: la verdad sobre su padre
Steisy también ha querido recordar cómo de muy pequeñita se dio cuenta de que algo no cuadraba en su familia: su madre tenía otra pareja de la que se quedó embarazada, y fruto de ello salió su hermana, pero con 6 años no conseguía unir las piezas del puzzle que más tarde comprendió: «Cuando mi madre se quedó embarazada de mi hermana, yo me di cuenta de todo: sabía que no era hija de mi papá. Me he martirizado mucho por no habérselo contado. Sabes que no está bien hecho, te sientes súper rara, pero tan pequeña no sabes hasta qué punto puedes hablar las cosas. Con 4 o 6 años te das cuenta de lo que pasa pero no sabes comprenderlo«.
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